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lunes, 11 de mayo de 2009

LA INNOVACIÓN: RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

Frente a una cultura empresarial de competencia interna, individualismo y afán

de preponderar, las organizaciones de hoy deben ser conscientes de que su principal objetivo y responsabilidad social consiste en la innovación dentro de la sociedad.

 Analizando la empresa como creadora de valor social, su responsabilidad social
 aparece como una realidad netamente positiva que potencia el cumplimiento de
 sus finalidades institucionales y contribuye a que la organización sea un ámbito de diálogo en el que cada uno de sus miembros da lo mejor de sí mismo al empeño compartido.

Por ello, la empresa, se caracteriza no sólo por su capacidad de adaptarse a las rápidas mutaciones del entorno, sino sobre todo porque constituye el motor de la innovación social. De lo cual se puede inferir que la innovación constituye la responsabilidad social más propia de las corporaciones empresariales. No se trata de una especie de contrapartida negativa de su libertad, sino de una finalidad institucional decididamente positiva, que no representa una carga para la organización, ya que en ella reside la clave de su eficacia en el servicio a la sociedad, de la satisfacción de sus miembros y de su rentabilidad económica. Ningún otro grupo social puede –hoy por hoy– sustituir a la empresa en la aportación de este valor añadido decisivo para la sociedad actual, caracterizada por la continua generación de lo nuevo.

El núcleo de la responsabilidad social de la empresa viene dado actualmente por el ejercicio de su capacidad para suscitar nuevas realidades que promuevan una mejor calidad de vida en su entorno social.

La idea de empresa debe entenderse como esencialmente ligada a la emergencia de lo nuevo. No es preciso insistir en que esta orientación hacia la novedad no consiste en la mera aplicación de las “nuevas tecnologías”, porque en la medida en que están disponibles ya no son nuevas. La innovación más característica de las corporaciones empresariales no se refiere tanto a la técnica como al comportamiento humano. La técnica está regida por reglas. En cambio, lo nuevo en la conducta del hombre nunca se agota en el uso de unas reglas ya dadas, sino que se extiende al descubrimiento de normas nuevas y, sobre todo, a ese amplio territorio del trabajo humano en el que no rigen los esquemas abstractos y estereotipados, sino que el acierto viene dado por el ejercicio creativo de la inteligencia y la capacidad de decisión, lo cual requiere estudio, reflexión, diálogo, imaginación, espontaneidad, iniciativa, prudencia, agilidad de decisión, juventud interior. No hay prontuarios ni recetas para enfrentarse a coyunturas que, en la sociedad compleja, siempre son por definición inéditas.

Las “empresas-dinosaurio” tienen, en cualquier caso, poco futuro. Todos nosotros hemos visto perecer a alguno de esos monstruos prehistóricos, incapaz de adaptarse a una sociedad cada vez más dinámica y compleja. Y tenemos la seguridad de que los dinosaurios que aún perviven en el mundo empresarial tienen los días contados.

Para la empresa, el nombre actual de su responsabilidad social es innovación, siempre que por ella se entienda algo más que el sentido habitualmente atribuido en ese conglomerado de tópicos que suele ser la jerga mercantil y tecnocrática de nuestros días. Esta exigencia puede resultar incómoda para la “razón perezosa” dispuesta a repetirse con tal de no realizar el esfuerzo de no pensar algo nuevo. Pero es la única forma de cumplir su propia misión y de ser competente y competitiva.

Centrémonos, por tanto, en lo decisivo: las personas que piensan, que se esfuerzan, que deciden, que aceptan responsabilidades, que investigan, que aprenden, que enseñan. Tal es el único motor generador de innovaciones que acontece en el mundo empresarial

Así las cosas, el trabajo en equipo es hoy una condición imprescindible para que la empresa logre sacar adelante las responsabilidades de contribuir al bienestar social e innovar los planteamientos de las personas y de las comunidades.

Una innovación liderada por personas libres de prejuicios, capaces de desmarcarse de

los principios vigentes y pensar, desde la misma realidad, con actitudes inconformistas y radicales. Para conseguirla, se requiere de calidad ética y cultural, clima de confianza, un esquema organizativo al servicio de las personas–y no a la inversa–, interdisciplinariedad, una constante actitud investigadora abierta, capaz de rectificar.


Antonio Campos González
Publicado en el Diario Hoy

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