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domingo, 10 de junio de 2012

EL AUTOBÚS DE ROSA LOUISE PARKS

En 1955, en Estados Unidos, Rosa Luise Parks, costurera, regresaba a su casa tras una intensa jornada de trabajo. En el autobús de línea, todos los asientos reservados para la gente de color estaban ocupados. Sin pensarlo dos veces ocupó uno de los delanteros, libres, exclusivos para las personas blancas. El autobús se detuvo inmediatamente; percibió como se acercaba el conductor, que sin parar de increparla la lanzó a patadas por la puerta de atrás. Quizás no fue la primera vez que sucedía este hecho, pero como muchas veces en la historia, no se sabe por qué, fue la chispa que desencadenó un movimiento, en este caso, por los derechos civiles en Estados Unidos que posteriormente lideraría Martín Luther King, reclamando el derecho al voto, la no discriminación y otros derechos civiles básicos para la gente de color de aquel país.


Es difícil e imprudente intentar predecir un suceso así. Un hecho que reaviva actitudes colectivas con el único objetivo de una causa justa. No pretendo ser Nouriel Roubini; pero sí veo conveniente posicionar en el frontispicio de nuestras reflexiones algunos de los acontecimientos actuales que, en un ejercicio de contrabando semántico de todos y cada uno de nosotros, hemos ido distorsionando y ahora aceptamos como axiomas. Estos, gracias al fomento de la transparencia, pueden desencadenar este mágico efecto. No sabemos hacía dónde, pero estamos seguros de que será positivo para nuestra sociedad.

El primero es la vertiginosa evolución de las ciencias: medicina, biología, física, telecomunicaciones, en relación con su estado en el siglo XIX, como contraste de la nula progresión de la economía mundial, como ciencia aplicada, de sus reglas y de sus objetivos de sostenibilidad. Podemos realizar una operación quirúrgica a 12.000 kilómetros, vía telemática, pero no podemos unificar un criterio fiscal para perseguir los paraísos fiscales. Por múltiples evidencias, la economía no nos ha demostrado lo suficiente para legitimarse como la única solución.

El segundo es la creencia, autoimpuesta, por la que se asume la globalización como único camino efectivo hacia el desarrollo. Más cuando implica la proliferación de organismos internacionales, con cada vez más autoridad y menos transparencia. Los cuales, para intentar contraponer el poder de los mercados, han provocado que muchas decisiones que afectan a la cotidianeidad de las personas dejen de estar en manos de gobiernos regionales o nacionales para recaer sobre un grupo no identificado, y poco transparente en la mayoría de los casos, de burócratas. Esto está provocando la deslegitimación de la política como solución, transformándola, por su pérdida de eficacia, en un obstáculo social.

El tercero es afirmar que la integración en una economía global es buena para los países y regiones pobres, distorsionando así la teoría de David Ricardo sobre las ventajas comparativas que fue formulada para aquellos casos en los que no existe movilidad transnacional del capital. En el caso de la libre circulación de capital transnacional, el capital no busca la ventaja comparativa, sino las ventajas absolutas en países que impliquen menores impuestos, salarios y condiciones ambientales. Tanto en la teoría como en la práctica, el efecto de la libre circulación transnacional de capital es la de anular la doctrina ricardiana de las ventajas comparativas.

Y por último, pensar que la globalización genera más empleo. En Europa, el mundo más globalizado que jamás hemos conocido, presenta la tasa de desempleo más alto que jamás existió en el proyecto europeo. De acuerdo con la OIT (Organización del Internacional del Trabajo, de Naciones Unidas) al comienzo del dos mil había 150 millones de desempleados en el mundo y mil millones de "subempleados"; es decir, un tercio de la fuerza de trabajo mundial. La libre movilidad de capital transnacional es la vía usada por las grandes corporaciones para mantenerse competitivas, si bien genera desempleo en el país de origen y fomenta el "subempleo" en el país de destino.

Los cuatro axiomas anteriormente enumerados se sustentan sobre escenarios de crecimiento permanente, pero, con todo mi respeto y admiración a los economistas, permítanme que haga mía la frase "quienes piensan que el crecimiento permanente es posible con recursos finitos, o están locos o son economistas". La economía que no sirve a las personas, que no impulsa un desarrollo que incluya demandas sociales y empresariales, que confunde crecimiento con desarrollo y que no se forja bajo la afirmación de pertenencia a un estado finito no será la economía del mañana.

Pasar del mito de la eficiencia, a la realidad de la suficiencia es una necesidad actual, básica a nivel financiero y energético, pero tendrá que tener su reflejo en la economía doméstica. Por ejemplo, el hecho de comprar más barato productos fabricados a miles de kilómetros que otros producidos en la región. ¿Por qué este hecho nos parece normal? Porque creemos que es más barato y eficiente si de este análisis excluimos las condiciones sociolaborales, los costes energéticos, el desempleo generado en el país de destino, evasión de capitales y la seguridad alimentaria. ¿Cuáles son los principales cambios que tiene que incluir esta nueva economía? Algunos de ellos podrían ser establecer reglas que permitan una mayor localización monetaria, tasas a la movilidad del capital, acercar el consumo al mercado incluyendo costes ambientales, generar competencia local para evitar monopolios, vincular las tasas impositivas a los recursos consumidos y no al beneficio empresarial.

En 1955, Rosa Luise fue un agente de cambio para muchas personas, hoy cada uno de nosotros debemos aunar esfuerzos para construir una sociedad que piense en un futuro en el que la sostenibilidad y la transparencia no son solo la meta, sino también el camino.
Publicado en el Diario HOY el 22 de abril de 2012. (http://www.hoy.es/v/20120422/sociedad/autobus-rosa-louise-parks-20120422.html)Autobus Rosa Louise Parks. Diario Hoy

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